Dánae o de cómo su destino está sembrado con lluvia de oro

En el caso anterior de Art Detective dejamos por contar la historia de Dánae.

En la exposición, “Pasiones mitológicas”, del Museo del Prado de 2021, tuve la suerte y el privilegio de ver todas las Poesías de Tiziano, reunidas y expuestas, entre las que se encuentra el cuadro de Dánae. 

Fue absolutamente emocionante e inolvidable. Algunas piezas se volvían a ver juntas desde hacía muchos siglos. 

Los cuadros que conforman las Poesías de Tiziano son Dánae, Venus y Adonis, Perseo y Andrómeda, Diana y Acteón, Diana y Calisto y El rapto de Europa, y todos son todos encargos que Tiziano recibió entre 1553 y 1562 por parte de Felipe II de España. La temática es mitológica, inspirada en mi libro favorito, que he citado ya en otros casos de Art Detective, Metamorfosis de Ovidio.

Pero en este trabajo, el gran maestro veneciano fue más allá de lo escrito, interpretando y expresando a su manera los mitos. Poesía es el término que él mismo utilizó para definir un trabajo de libertad de expresión intelectual, sin ningún fin moralizante sino de absoluto deleite de los sentidos, del espíritu y de la mente. De esta manera se entiende que a Tiziano se le considere el poeta del arte, el escritor del lienzo y el intelectual del color.

En la colección del Museo del Prado tenemos un cuadro de Tiziano que se llama  Dánae recibiendo la lluvia de oro, que data de entre 1560 y 1565, y por mucho tiempo se había creído que esta versión era la Dánae de las Poesías de Tiziano encargadas por Felipe II. Pero no es así.

En la exposición de Pasiones Mitológicas de 2021 de Madrid, se pudieron admirar esta y otra versión de Dánae de Tiziano, que hoy en día está conservada en la colección privada de la familia Wellington.

 

Como decía antes, durante mucho tiempo se había creído que la Dánae madrileña había sido la primera Dánae pintada por Tiziano –y que era la “original» del conjunto pictórico de las Poesías– pero no era así, porque después se descubrió que la Dánae de Wellington era la “original”, es decir, la que correspondía a la pintada por el artista para las “Poesías”. 

Se creía también entonces que esta Dánae era la primera pintada por el artista, pero esto tampoco es así. 

Posteriormente hubo un golpe de escena extraordinario y se descubrió que la primera Dánae que fue encargada a Tiziano en la historia no fue ni la del Prado ni la de Wellington, sino una solicitada entre 1544 y 1546 por el cardenal Alessandro Farnese para representar en Dánae a su amada, Ángela (no os asustéis, que es sabido que en la época los curas no despreciaban el amor carnal). 

Esta Dánae hoy se conserva en el Museo de Capodimonte de Nápoles.

Así que Tiziano primero pintó la Dánae para Farnese y luego, casi una década después, pintaría las otras dos Dánaes, la que se encuentra en el Museo del Prado y la de Wellington. 

 

La Dánae de Farnese, que se encuentra en Nápoles, formando parte del patrimonio de la familia Farnese, se encontraba en Parma en tiempos de Carlos III de España ( en el siglo XVIII), cuya madre era Isabel de Farnesio (Elisabetta di Farnese). Será por voluntad de Carlos III que llegue al Museo de Capodimonte de Nápoles.

Parece que sobre este modelo Tiziano realizaría la Dánae de Felipe II y la de la colección Wellington de Londres que, como ya hemos visto, es la “original” de las Poesías de Felipe II.

Como hemos visto, este caso de Art Detective es bastante complejo, teniendo en cuenta que hay varias versiones del lienzo del pintor y, además, de que durante mucho tiempo hubo informaciones erróneas sobre ellas, pero continuemos en esta apasionante labor. 

Vamos a resolver otra curiosidad, ¿cómo viajó de España a Inglaterra?

Fernando VII de España se la regaló al duque de Wellington, pero antes de llegar a Inglaterra, el cuadro tendría una historia bastante intrincada. 

Cuando José Bonaparte, hermano de Napoleón, se fue de España –habiendo reinado entre 1808 y 1812– no se fue con las manos vacías. Eligió algunas de las obras de arte más bellas de la colección real española. 

En Vitoria, Bonaparte se enfrentó a la batalla con el duque de Wellington, aliado británico de España, que le secuestró todo cuanto poseía, para luego devolverlo a la corona española. Pero a la hora de regresar las obras españolas a la colección real, el rey Fernando VII le concedió al duque, en agradecimiento, la Dánae. Por ello, hasta el día de hoy, esta Dánae se encuentra en la colección privada de la familia Wellington.

¿Y la Dánae del Prado?

Como decía, la Dánae recibiendo la lluvia de oro del Prado data de alrededor de 1565. Llega a España gracias a Velázquez, que la adquiere durante su viaje a Italia en 1629. El cuadro se hallaba en Venecia y de allí pasó a la familia Doria de Génova, que seguramente debió de comprársela a Tiziano. Sería allí, en Génova, donde Velázquez la adquirió para Felipe IV de España (así como muchas más obras a lo largo de su viaje y su carrera).

¡Caso resuelto!

Sin embargo las tres Dánae hasta ahora citadas no son las únicas que se hallan por el mundo.

Hay una Dánae en el Kunsthistorisches Museum de Viena, que lleva la firma de Tiziano. No sabemos quién se la comisionó y hay muy pocas informaciones al respecto. Es un regalo del cardenal Montalto al emperador Rodolfo II de Praga, y hasta ahí llega la información disponible.

 

Además, hay otra versión de Tiziano y su taller –recordemos que los pintores famosos tenían ayudantes para poder cumplir con todos los encargos– conservada en el Museo de Hermitage que, sinceramente, no es la mejor de todas las versiones.

El rostro de Dánae tiene una expresión muy desencajada, nada que ver con la hermosura y la perfección de las demás versiones. 

Las múltiples versiones de Dánae parecen haber despertado mucho el favor, el gusto y la atención de la época y de los siglos por venir.

Hay más copias que se encuentran en Europa y Estados Unidos, atribuidas a Tiziano, a su taller, e incluso las hay anónimas. 

Pero, ¿quién es nuestra protagonista del día, Dánae? 

Según la mitología griega, Dánae es la princesa de Argos, hija de Acrisio y de Eurídice. Fue seducida por Júpiter, que se enamoró de ella y consiguió encontrarla a pesar de estar encerrada por voluntad de su padre para evitar precisamente este fatídico destino. El dios se le presentó bajo forma de monedas de oro y como lluvia, cayó en el cuerpo de la joven hermosa. 

La escena representada por Tiziano tiene una fuerte carga erótica, se quiera o no analizar el cuadro con cierta malicia. Sin embargo, la belleza de la composición y la presentación de esta mujer atrae y deja hechizado.

En todas las versiones, Dánae aparece recostada en un lecho, en el lado izquierdo del lienzo. Su cuerpo se ofrece al espectador, que goza de la vista sublime de este singular acto sexual (véase el gesto de la mano de Dánae, que abre delicadamente las piernas para favorecer al dios).

En la versión del Prado, así como la de Wellington y en la del Hermitage, aparece una mujer, vieja, de escorzo, casi dando la espalda al espectador, recogiendo las monedas de oro. La figura de la vieja ofrece la posibilidad del contrapunto entre la belleza y la fealdad, la juventud y la vejez, la inocencia y la codicia, la blancura del cuerpo de Dánae en contraposición a la piel de tez oscura de la mujer anciana. Un recurso maravilloso que el pintor veneciano nos regala, atrapándonos en la escena.

En la versión conservada y expuesta en el Museo de Capodimonte en Nápoles, Dánae aparece acompañada por un putto, un amorcillo que ocupa el lugar de la vieja mujer en las demás versiones. La presencia del amorcillo nos sugiere el acto de amor entre Júpiter y la joven, y una vez más nos invita al placer carnal. 

Tiziano seguirá esta composición de la mujer recostada, de cuerpo desnudo y sensual en otra serie de gran éxito: las Venus.

Pero la historia de las Venus de Tiziano y de sus parajes, es otro caso de Art Detective.