Dánae: o cómo su destino está sembrado con lluvia de oro

En el caso anterior de Art Detective dejamos por contar la historia de Dánae.

En la exposición, “Pasiones mitológicas”, del Museo del Prado de 2021, tuve la suerte y el privilegio de ver todas las Poesías de Tiziano, reunidas y expuestas, entre las que se encuentra el cuadro de Dánae. 

Fue absolutamente emocionante e inolvidable. Algunas piezas se volvían a ver juntas desde hacía muchos siglos. 

Los cuadros que conforman las Poesías de Tiziano son Dánae, Venus y Adonis, Perseo y Andrómeda, Diana y Acteón, Diana y Calisto y El rapto de Europa, y todos son todos encargos que Tiziano recibió entre 1553 y 1562 por parte de Felipe II de España. La temática es mitológica, inspirada en mi libro favorito, que he citado ya en otros casos de Art Detective, Metamorfosis de Ovidio.

Pero en este trabajo, el gran maestro veneciano fue más allá de lo escrito, interpretando y expresando a su manera los mitos. Poesía es el término que él mismo utilizó para definir un trabajo de libertad de expresión intelectual, sin ningún fin moralizante sino de absoluto deleite de los sentidos, del espíritu y de la mente. De esta manera se entiende que a Tiziano se le considere el poeta del arte, el escritor del lienzo y el intelectual del color.

En la colección del Museo del Prado tenemos un cuadro de Tiziano que se llama  Dánae recibiendo la lluvia de oro, que data de entre 1560 y 1565, y por mucho tiempo se había creído que esta versión era la Dánae de las Poesías de Tiziano encargadas por Felipe II. Pero no es así.

En la exposición de Pasiones Mitológicas de 2021 de Madrid, se pudieron admirar esta y otra versión de Dánae de Tiziano, que hoy en día está conservada en la colección privada de la familia Wellington.

 

Como decía antes, durante mucho tiempo se había creído que la Dánae madrileña había sido la primera Dánae pintada por Tiziano –y que era la “original» del conjunto pictórico de las Poesías– pero no era así, porque después se descubrió que la Dánae de Wellington era la “original”, es decir, la que correspondía a la pintada por el artista para las “Poesías”. 

Se creía también entonces que esta Dánae era la primera pintada por el artista, pero esto tampoco es así. 

Posteriormente hubo un golpe de escena extraordinario y se descubrió que la primera Dánae que fue encargada a Tiziano en la historia no fue ni la del Prado ni la de Wellington, sino una solicitada entre 1544 y 1546 por el cardenal Alessandro Farnese para representar en Dánae a su amada, Ángela (no os asustéis, que es sabido que en la época los curas no despreciaban el amor carnal). 

Esta Dánae hoy se conserva en el Museo de Capodimonte de Nápoles.

Así que Tiziano primero pintó la Dánae para Farnese y luego, casi una década después, pintaría las otras dos Dánaes, la que se encuentra en el Museo del Prado y la de Wellington. 

 

La Dánae de Farnese, que se encuentra en Nápoles, formando parte del patrimonio de la familia Farnese, se encontraba en Parma en tiempos de Carlos III de España ( en el siglo XVIII), cuya madre era Isabel de Farnesio (Elisabetta di Farnese). Será por voluntad de Carlos III que llegue al Museo de Capodimonte de Nápoles.

Parece que sobre este modelo Tiziano realizaría la Dánae de Felipe II y la de la colección Wellington de Londres que, como ya hemos visto, es la “original” de las Poesías de Felipe II.

Como hemos visto, este caso de Art Detective es bastante complejo, teniendo en cuenta que hay varias versiones del lienzo del pintor y, además, de que durante mucho tiempo hubo informaciones erróneas sobre ellas, pero continuemos en esta apasionante labor. 

Vamos a resolver otra curiosidad, ¿cómo viajó de España a Inglaterra?

Fernando VII de España se la regaló al duque de Wellington, pero antes de llegar a Inglaterra, el cuadro tendría una historia bastante intrincada. 

Cuando José Bonaparte, hermano de Napoleón, se fue de España –habiendo reinado entre 1808 y 1812– no se fue con las manos vacías. Eligió algunas de las obras de arte más bellas de la colección real española. 

En Vitoria, Bonaparte se enfrentó a la batalla con el duque de Wellington, aliado británico de España, que le secuestró todo cuanto poseía, para luego devolverlo a la corona española. Pero a la hora de regresar las obras españolas a la colección real, el rey Fernando VII le concedió al duque, en agradecimiento, la Dánae. Por ello, hasta el día de hoy, esta Dánae se encuentra en la colección privada de la familia Wellington.

¿Y la Dánae del Prado?

Como decía, la Dánae recibiendo la lluvia de oro del Prado data de alrededor de 1565. Llega a España gracias a Velázquez, que la adquiere durante su viaje a Italia en 1629. El cuadro se hallaba en Venecia y de allí pasó a la familia Doria de Génova, que seguramente debió de comprársela a Tiziano. Sería allí, en Génova, donde Velázquez la adquirió para Felipe IV de España (así como muchas más obras a lo largo de su viaje y su carrera).

¡Caso resuelto!

Sin embargo las tres Dánae hasta ahora citadas no son las únicas que se hallan por el mundo.

Hay una Dánae en el Kunsthistorisches Museum de Viena, que lleva la firma de Tiziano. No sabemos quién se la comisionó y hay muy pocas informaciones al respecto. Es un regalo del cardenal Montalto al emperador Rodolfo II de Praga, y hasta ahí llega la información disponible.

 

Además, hay otra versión de Tiziano y su taller –recordemos que los pintores famosos tenían ayudantes para poder cumplir con todos los encargos– conservada en el Museo de Hermitage que, sinceramente, no es la mejor de todas las versiones.

El rostro de Dánae tiene una expresión muy desencajada, nada que ver con la hermosura y la perfección de las demás versiones. 

Las múltiples versiones de Dánae parecen haber despertado mucho el favor, el gusto y la atención de la época y de los siglos por venir.

Hay más copias que se encuentran en Europa y Estados Unidos, atribuidas a Tiziano, a su taller, e incluso las hay anónimas. 

Pero, ¿quién es nuestra protagonista del día, Dánae? 

Según la mitología griega, Dánae es la princesa de Argos, hija de Acrisio y de Eurídice. Fue seducida por Júpiter, que se enamoró de ella y consiguió encontrarla a pesar de estar encerrada por voluntad de su padre para evitar precisamente este fatídico destino. El dios se le presentó bajo forma de monedas de oro y como lluvia, cayó en el cuerpo de la joven hermosa. 

La escena representada por Tiziano tiene una fuerte carga erótica, se quiera o no analizar el cuadro con cierta malicia. Sin embargo, la belleza de la composición y la presentación de esta mujer atrae y deja hechizado.

En todas las versiones, Dánae aparece recostada en un lecho, en el lado izquierdo del lienzo. Su cuerpo se ofrece al espectador, que goza de la vista sublime de este singular acto sexual (véase el gesto de la mano de Dánae, que abre delicadamente las piernas para favorecer al dios).

En la versión del Prado, así como la de Wellington y en la del Hermitage, aparece una mujer, vieja, de escorzo, casi dando la espalda al espectador, recogiendo las monedas de oro. La figura de la vieja ofrece la posibilidad del contrapunto entre la belleza y la fealdad, la juventud y la vejez, la inocencia y la codicia, la blancura del cuerpo de Dánae en contraposición a la piel de tez oscura de la mujer anciana. Un recurso maravilloso que el pintor veneciano nos regala, atrapándonos en la escena.

En la versión conservada y expuesta en el Museo de Capodimonte en Nápoles, Dánae aparece acompañada por un putto, un amorcillo que ocupa el lugar de la vieja mujer en las demás versiones. La presencia del amorcillo nos sugiere el acto de amor entre Júpiter y la joven, y una vez más nos invita al placer carnal. 

Tiziano seguirá esta composición de la mujer recostada, de cuerpo desnudo y sensual en otra serie de gran éxito: las Venus.

Pero la historia de las Venus de Tiziano y de sus parajes, es otro caso de Art Detective.

Las hilanderas: o cómo el antiguo oficio de tejer fue objeto de disputa entre la tierra y el cielo, entre dioses y humanos

En el anterior artículo de Art Detective dejamos pendiente por contar la historia de Minerva y Aracne, con motivo de La fábula de Aracne, una de las obras de Velázquez que se encuentra a su vez representada dentro de Las Meninas, del mismo autor.

Las Hilanderas o La fábula de Aracne es nuestro caso de hoy de Art Detective.

Esta es una obra que Diego Velázquez realizó en los últimos años de su vida, en 1655. En este cuadro, Velázquez juega con nosotros y con nuestra atención. La escena del lienzo está organizada en diferentes planos.

En el primer plano del lienzo, Velázquez, atento director de escena, nos presenta a las trabajadoras del telar en su taller, a las hilanderas así como recita su título más popular.

Pero si bien durante siglos el cuadro se ha visto sencillamente como la descripción del oficio del tejer y nada más, lo que Velázquez está haciendo en la obra es algo mucho más profundo.

La fábula de Aracne, título que da otro sentido y contenido a la obra, se encuentra ni más ni menos que al fondo de la escena.

Velázquez actúa como un director de teatro vanguardista, introduciendo varias escenas a la vez como un rompecabezas o como una pintura de Escher.

Pero no son solo dos sino cuatro planos diferentes los que podemos apreciar en Las Hilanderas o La Fábula de Aracne. Las trabajadoras de hilares, unas doncellas, el tapiz en el cual se admiran los personajes del mito de Aracne con dos escenas distintas – que contaré-.

¿Qué cuenta el mito y quién es Aracne?

El mito contado por Ovidio en La Metamorfosis –igual que en el artículo en el que cuento del mito de Apolo, Pan y Midas, mi referente narrativo será Ovidio– tiene como protagonistas de la escena a la diosa Palas (conocida también como Minerva o Atenea) y a Aracne, una joven mortal que ha tenido el atrevimiento de afirmar ser más talentosa que la diosa en el arte de tejer, las cuales entran en disputa.

En este enfrentamiento, las dos presentan unas obras magníficas, por lo que Palas arde en ira y castiga a Aracne por su atrevimiento, transformándola en araña que, como es sabido, es un animal “tejedor”.

En el anterior caso de Art Detective hablamos del cuadro de Rubens que se encuentra en el fondo de Las Meninas.

En esa escena Palas está a punto de golpear Aracne; la diosa presenta el brazo levantado y la mortal está en el suelo a punto de recibir el golpe.

La magistral sorpresa que Velázquez nos tiene preparada en su cuadro es genial. En el fondo del todo, al final de la escena, apenas visible, cuadro dentro del cuadro, se ve un tapiz, colgando de la pared de la escena, con las dos mujeres protagonistas. Se nota el tapiz con un enmarcado bordado, insertado como un trampantojo. En dicho tapiz vemos además el tema elegido por Aracne en la competición de talento con Minerva.

Las dos mujeres, en esta “singular tenzone”, eligen temas distintos, pero se ponen mano a la obra con destreza, ligereza y esmero de detalles, eligiendo los colores más variados que rozan “el arcoiris”, según el mismo Ovidio describiría. El oro se mezcla con la seda de manera intensísima y maravillosa.

Minerva, para demostrar su talento, tejerá a los dioses en su gloria. Narra cuatro temas distintos en los cuatro rincones del tapiz en uno de los cuales, ella es protagonista.

Elige la disputa entre ella misma y el dios Neptuno, que compiten por el nombre de la futura ciudad de Atenas. Neptuno ofrecerá el caballo como don para la ciudad y Atenea – Palas –como era conocida por los griegos–, el árbol de olivo. Los doce dioses del Olimpo, con Júpiter en el medio transmitiendo  grandeza y poder sobre el mundo, decretan su victoria, por lo que la ciudad se llamará en honor a ella, Atenas.

Con esta representación, era como si Minerva estuviera ya sugiriendo su victoria en la competición con Aracne.

La joven Aracne, en cambio, decide contar todos los vicios y defectos de los dioses, y elige episodios de seducción por parte de éstos, en los que todo estaba detallado con tanta naturalidad y vida que parecía mostrar en vivo a los personajes representados, a los animales, al mar y así todos los demás elementos. Todo estaba hecho con tanta maestría que Minerva no pudo encontrar ningún defecto.

Entre los episodios narrados por Aracne, el que destaca en el cuadro de Velázquez es el rapto de Europa, seducida por Zeus bajo forma de toro, el cual es apenas esbozado por el sevillano con unas pinceladas.

Otro detalle del que vale la pena hablar es que en este cuadro, Velázquez vuelve a “citar” a otros pintores: al maestro Tiziano y a Rubens, ya que la composición del tapiz de Aracne recuerda al cuadro del maestro Tiziano Vecellio, El rapto de Europa.

En la misma sala del Museo del Prado donde se expone Las hilanderas, se puede admirar El rapto de Europa, pero la versión del Museo del Prado es una copia de Rubens hecha a partir de una obra de Tiziano. Rubens solía realizar copias del maestro veneciano cada vez que podía para aprender y mejorar su técnica.

La obra de Rubens es una copia fiel del cuadro del maestro Tiziano, hoy parte de la colección del Isabella Stewart Gardner Museum de Boston.

A su vez, El rapto de Europa de Tiziano –que como dije, se encuentra en Boston– forma parte de la serie de “Poesías” hechas para Felipe II de España, la cual data entre 1560-1562.

De este, Rubens realizó la copia durante su estancia en Madrid entre 1628-1629 y llevó consigo el cuadro, que se quedó en Amberes hasta su muerte.

Posteriormente, así como otras obras del pintor, serán adquiridas por Felipe IV de España. Hubo un momento en que las dos versiones estuvieron en España como parte de la Colección Real.

La obra de Tiziano salió del país en la época de Carlos III de España. Después pasó a las manos de Felipe V y de allí a la familia Orleans.

Fue en el siglo XIX cuando fue adquirida por la familia de Isabella Stewart Gardner, una de las coleccionistas más importantes de nuestro siglo.

Ella fue una mujer emancipada, abierta, inteligente, con un gusto refinado y clásico, que le llevó a adquirir obras muy significativas, como El jaleo de Sargent,  Virgen con el Niño y ángel de Botticelli, El rapto de Europa de Tiziano, La Dormición y la asunción de la Virgen de Fra Angelico y el Rey Felipe IV de España de Diego Velázquez, las cuales están expuestas en un museo que lleva su nombre.

“La Sra Jack Gardner es una de las siete maravillas de Boston. No hay nadie como ella en ninguna ciudad de este país. Ella es una bohemia millonaria. Ella es la líder …No imita a nadie, todo lo que hace es novedoso y original”, un reportero de Boston

En 2021, el Museo del Prado, en ocasión de la exposición “Pasiones mitológicas”, agrupó las seis obras que componen dichas “Poesías” (Dánae, Venus y Adonis, Perseo y Andrómeda, Diana y Acteón, Diana y Calisto y El rapto de Europa).

Por razones ocultas a mi entendimiento, El rapto de Europa de Tiziano y Rubens no se expusieron juntas. La versión rubensiana se quedó en la sala de siempre, para hacerle compañía a Las Hilanderas.

Otros cuadros en cambio sí que se pudieron admirar uno al lado del otro como el caso de las versiones de Dánae.

¿Quién es Dánae?

Dánae es una princesa, hija de Acrisio, rey de Argos y de Euridice. Será la madre de Prometeo, hijo que tendrá con Zeus. La manera en la que Zeus seduce a la joven princesa es tema recurrente en el arte y sobre todo en las obras del maestro Tiziano.

Pero este es otro caso de Art Detective.

Las Meninas y la metapintura o de cómo los cuadros juegan al escondite

En el anterior capítulo de Art Detective hablamos de Felipe IV y de su refinado gusto artístico. Hoy hablaremos de cómo el vínculo de la realeza española con el pintor Diego Velazquez será el acierto más sublime de la historia del arte español y de cómo la pintura de este autor, Las Meninas, tiene unos detalles exquisitos que muy pocos realmente conocen al día de hoy.

Esta pintura se ha convertido en una de las pinturas más importantes del arte universal. El sorprendente lenguaje del cuadro, la organización del espacio y la composición y el juego de espejismo de los personajes, hacen del lienzo una obra maestra que podríamos contemplar durante horas, por eso le vamos a dedicar este texto para desmenuzarlo a detalle.

Entre las muchas técnicas modernas y únicas que utiliza Velázquez, es notorio su talento de “pintar el aire”. Esa peculiar manera de pintar la profundidad y la esencia del espacio así como la realización realista del espacio, es su firma inconfundible.

En Las Meninas, los personajes que miran fijamente al espectador se hallan en una estancia del antiguo Alcázar de Madrid, desaparecido en las llamas del incendio ocurrido en 1734, el cual inhabilitó por completo a la entonces residencia real.

La escena no solo nos transmite algo completamente nuevo: es una de las pocas veces en los lienzos realizados para Felipe IV en los que los protagonistas son los criados en primera línea y los reyes apenas esbozados en el reflejo de un espejo lejano. La escena es, además, un gran homenaje al arte debido a la presencia de muchos cuadros colgando en las paredes.

En Las Meninas, los personajes se encuentran en el conocido cuarto de los espejos del que fue el Alcázar de Madrid, el cual se intuye pudo ser taller de pintura de Velázquez.

En el cuadro, podemos ver los ventanales, el suelo, las escaleras y todo lo que decora la estancia que, en este caso, son cuadros, los cuales solían ser lo que principalmente embellecía –y muchas veces literalmente tapaba– las paredes de los salones.

De este, el lienzo más famoso de Velázquez, se ha hablado y se ha escrito mucho, así que en este caso de Art Detective me quiero centrar en algo que siempre me llamó la atención.

La parte superior del cuadro de Las Meninas está ocupado por algo que a primera vista no se percibe y se ve apenas borroso, casi negro.

Apreciamos varios cuadros enmarcados y, gracias a los estudios llevados a cabo por el Museo del Prado, se han podido identificar dos pinturas: Apolo, vencedor de Pan y Minerva y Aracne.

Ahora, me centraré en la ejecución de los lienzos, o sea en la autoría de los cuadros, y en el lugar dónde se encuentran actualmente.

El lienzo de Apolo, vencedor de Pan, parece ser una obra ejecutada por Juan Bautista Martínez del Mazo, hecho a partir de una copia de un lienzo de Jacques Jordaens que, a su vez, se inspiró en un boceto de Peter Paul Rubens.

¡Vaya!Vamos a ver quienes son estos tres pintores y qué vínculo tienen entre ellos.

El cuadro que estamos analizando, Apolo, vencedor de Pan, es uno de los cuadros realizados para decorar la Torre de la Parada, un pabellón de caza en el Palacio del Pardo de Madrid, para el rey Felipe IV de España.

Peter Paul Rubens, pintor holandés, cuya obra se puede apreciar en diferentes cortes europeas de la época –desde la española a la inglesa; desde la corte francesa hasta los señoríos y ducados italianos–, recibió el encargo de decorar la Torre de la Parada.

Rubens realizó más de 60 obras entre 1636 y 1638 para la Torre de la Parada, las cuales envió desde Amberes, todas junto con su boceto preparatorio.

Cabe destacar que el Museo del Prado posee muchos de estos bocetos entre la colección permanente –o sea las obras expuestas– y los almacenes, donde se guarda un verdadero tesoro de obras no expuestas, así como un extenso número de trabajos de Rubens.

Pero las obras que lucirían en la Torre de la Parada fueron encargadas no solo a Rubens, sino que también a otros artistas, como Jacques Jordaens, y al mismísimo Velázquez.

Jacques Jordaens, pintor flamenco, nativo de Amberes, colaborador de Rubens, trabajó desde Flandes en los encargos de la Torre de la Parada de Madrid y realizó varios que hoy se hallan en el Museo del Prado, como La caída de los Gigantes y Las bodas de Tetis y Teleo.

Cuando Rubens muere en 1640, Jordaens se ocupará de terminar algunos de los cuadros que Rubens no pudo llevar a cabo (véase por ejemplo Perseo liberando a Andrómeda).

Es aquí el estilo parecido, si bien de trazos distintivos el uno del otro.

Juan Bautista Martínez del Mazo fue pintor y discípulo de Velázquez. Será además su yerno, demostrando la gran confianza que el pintor sevillano tenía en él y su talento.

Conocemos varias de sus obras realizadas en la corte española, algunas de las cuales son copias de cuadros del propio Velázquez (véase La Infanta Doña Margarita de Austria) y de Rubens, que se le encargaban para decorar los reales sitios.

He aquí la realización del lienzo de Apolo, Vencedor de Pan presente en el cuarto de los espejos de la escena de Las Meninas, lienzo reconocido como suyo por el Museo del Prado.

¡Caso resuelto!

El tema de la obra, inspirado en uno de los episodios narrados en el libro Metamorfosis de Ovidio, narra el mito de Apolo y Pan, en el cual, los dos dioses se enfrentan en el arte de la música.

El dios Apolo, saldrá vencedor después de haber deleitado las orejas de todos al tocar “la lira, con incrustaciones de gemas y de marfil de la india” (Ovidio).

Pero el rey Midas, que estaba presente en la escena, no estaba de acuerdo con la victoria de Apolo, por lo que este, enfurecido, transformó sus orejas en orejas de burro porque “no tolera que aquellas necias orejas conserven la figura humana” (Ovidio ).

En la obra de Martínez del Mazo aparecen Apolo, coronado por Júpiter, Pan y Midas con las orejas de asno.

La composición sigue el boceto original de Rubens y, como decimos, la del lienzo realizado por Jordaens con apenas unos cambios. El boceto original se encuentra en los Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica en Bruselas. El Apolo, vencedor de Pan de Martínez del Mazo está en el Museo del Prado pero no está expuesto al público.

El otro lienzo escondido en Las Meninas representa el mito de Aracne y Minerva, un tema muy desarrollado y contemplado en diferentes obras de arte. En este caso la autoría se atribuye a Rubens, en cuyo lienzo vemos a la diosa Minerva golpeando a la mortal muchacha, enfurecida por el talento y la osadía de Aracne.

La historia de Aracne y su metamorfosis han sido representadas en una obra de Velázquez que una vez más tenemos la suerte de admirar en el Museo del Prado de Madrid. Se trata de Las Hilanderas.

Pero este es otro caso de Art Detective.

Felipe IV y Velázquez o de cómo reunir a varios genios crea obras universales

En el anterior capítulo de Art Detective hablamos de leones y metamorfosis de unos desafortunados enamorados.

Por Madrid se pueden encontrar muchos monumentos con historia y encanto pero hay uno en especial que destaca por su notable belleza y por su absoluta maestría en la composición.

Si paseamos por la Plaza de Oriente de Madrid, quedaremos enamorados por una escultura en bronce maravillosa, la del rey Felipe IV de España a caballo.

La obra es la primera en el mundo que se realizó con la posición del caballo en corbeta, es decir, con la patas delanteras levantadas. Es una obra de gran ingenio que reúne a varios artistas para su realización.

El rey Felipe IV quería una escultura que representara a su persona en todo su esplendor. Quería que la escultura superara en belleza y majestuosidad a la escultura de su padre, Felipe III, que hoy se puede apreciar en la Plaza Mayor de Madrid.

Por eso su elección se inclinó hacia el escultor Pietro Tacca, que participó en la escultura de su padre, junto con su maestro el escultor Giambologna.

La obra se inspiró en el lienzo “Felipe IV, a caballo” de Diego de Velázquez, que hoy se conserva en el Museo del Prado. En esta apreciamos la figura estoica y serena del rey, a caballo, de perfil, elegante, sosteniendo con firmeza las riendas del caballo en corbeta, lo que hace pensar que era la misma firmeza con la que administraba su reino.

La posición del caballo simboliza el poder del rey, y no tiene nada que ver con la iconografía clásica vinculada a la muerte y gloria en batalla del condotiero, que también era representada a caballo, pero con otro significado – si las patas del caballo estaban levantadas en corbeta significa muerte en batalla y por ende gran honor; si el caballo tenía solo una pata levantada significaba muerte por heridas en batalla; si las patas estaban plantadas en el suelo significa muerte natural – .

Tacca recibió el encargo en Italia. Velázquez no iba a enviar su magistral obra –el lienzo que hoy se halla en el Prado– a Italia. Se realizó otro para la empresa, a modo de boceto, que hoy se encuentra en Palazzo Pitti en Florencia.

Es importante recordar que Tacca realizó la obra desde Italia –como solía suceder en la época con varias obras de arte– lo que, por supuesto, implicó, además de la participación de otros artistas, cierto grado de complejidad.

Velázquez y Tacca son, sin duda, los principales artistas responsables de esta obra pero hay más.

El primer artista que mencionaré es el escultor de corte de Felipe IV, Juan Martínez Montañés, el cual realizó la cabeza del rey como modelo para la obra de Tacca. Existe de hecho una pintura del propio Velázquez en el que Montañés esculpe la cabeza y el busto del rey Felipe IV. La obra se llama “Juan Martínez Montañé” que demuestra entonces la colaboración del escultor andaluza en la escultura de Tacca.

Recordemos que antes no existía internet ni mucho menos los sistemas de transporte que hoy tenemos, así que era mucho más difícil comunicarse y viajar, por lo que no era sencillo enviar información como lo hacemos hoy. Por todo esto, con el boceto de Velázquez, Tacca podía hacer el cuerpo, pero para detallar el rostro del rey necesitaba algo más detallado. Montañes se encarga entonces de realizar el modelo para el rostro real.

Hemos llegado hasta aquí teniendo un crisol de artistas en acción para el deseo del rey Felipe.

Pero como imaginaréis me gusta ir más allá, y como detective del arte voy buscando más pruebas.

En la colección del Museo del Prado –no expuesta– se encuentra una cabeza en mármol con los rasgos del rey, la cual es atribuida a Pietro Tacca debido a su estilo. Sin embargo, no queda claro si es la misma realizada por Montañes que fue enviada a Tacca o si es una prueba que Tacca realizó antes de la versión final. Aún así, es muy probable que esa cabeza sea la que fue concebida para realizar la gran obra que hoy admiramos en la Plaza de Oriente.

Existe además una maqueta en miniatura en bronce dorado atribuida a Pietro Tacca – una vez más –  la cual es parte de la Colección del Museo del Prado, aunque no se encuentra expuesta. Podría ser modelo para nuestra obra. Sin embargo el rostro del rey con rasgos de juventud, el peinado y la ropa dejan pensar a la época en que Felipe es príncipe. La posición del caballo recuerda más la obra de Felipe III que la de su hijo.

Pietro Tacca està listo. imaginemos este momento solemne en que muestra por primera vez la escultura. Por desgracia, con todos los esfuerzos, modelos y maquetas, debido al peso del metal, la escultura no lograba mantenerse en pie. Y aquí entra nuestro golpe de escena. La participación indispensable y fundamental de un gran científico y estudioso italiano, ni más ni menos que Galileo Galilei.

Fue él quien dio la solución a Pietro Tacca para que la escultura se mantuviera de pie, solo sujetándose en las patas traseras. Un logro, que en la época parecía imposible, pudo ver la luz gracias a la maestría de Galileo.

El secreto estaba en encontrar el baricentro, un punto aritmético que se refiere al centro de gravedad de un cuerpo. La escultura se apoya en la lógica de la distribución del peso en las diferentes partes que la componen. Por detrás es más pesada y maciza; por delante vacía y ligera.

La obra es una danza de detalles a partir del crin del caballo, las venas del animal, la armadura, todo el atuendo del rey –la bufanda que se ve movida por el viento es maravillosa– y los rasgos de su rostro.

¿Por qué eligió Felipe IV la pintura de Velázquez como modelo? Porque es símbolo del triunfo del rey. Fue concebida para el Salón de Reinos del que fuera el Palacio del Buen Retiro de Madrid (1630-1640), en una época en la que se vivía el apogeo de las grandes victorias de España. En el Salón de Reinos se presentaba la descendencia familiar del rey Felipe IV, las grandes batallas y victorias de Espaòa (recordamos la Rendición de Breda de Velázquez entre todas) y los ancestros de la península representados por la figura de Hércules (Zurbarán se encarga de pintar “Los doce trabajos de Hércules”).

En este caso de Art Detective, tenemos mucha suerte, porque sin movernos de Madrid, sin rastrear las obras en el extranjero podemos ver una escultura y un lienzo. El cuadro como hemos dicho ya se encuentra en el Museo del Prado y la escultura en la Plaza de Oriente de Madrid. Pero el cuadro y la escultura no son exactamente iguales.

Entre el cuadro y la escultura hay solo una diferencia.

Os invitaría a buscarla pero me muero por decíroslo.

En la pintura el rey lleva un despampanante sombrero. En la escultura no.

¿Será porque al rey no le gustó su cara y a la hora de volver a hacer la cabeza, al escultor se le olvidó? ¿O será por el peso del sombrero en la escultura?

En Art Detective resuelvo misterios de paraderos y parecidos, pero no llego a saberlo todo.

Os diré además que la escultura protagonista de nuestro caso no siempre se encontró en el lugar actual.

Pietro Tacca la realizó en 1634 y fue enviada a Madrid en 1640. Era la decoración perfecta para el recién estrenado Palacio del Buen Retiro del rey Felipe IV en Madrid.

Fue colocada en la Plaza de Oriente en 1844 por voluntad de la reina Isabel II de España.

Se añadió a la ya espectacular escultura un precioso y monumental pedestal y una fuente, enriquecida con imágenes evocativas y alegóricas.

En el anterior artículo de Art Detective hablamos ya de los cuatro leones que decoran la escultura y parecen custodiar la tranquilidad del rey. Forman parte de la fuente así como las esculturas de dos  hombres que son la alegoría del río Manzanares y el río Jarama.

En el lado norte del pedestal se halla un bajorrelieve con una escena en la que el rey está rodeado por las artes y las letras.

En el lado sur del pedestal podemos ver la escena en la que el rey concede a Vélazquez el hábito de la orden de Santiago.

Con el mismo traje que porta en su obra Las Meninas.

Las Meninas es una obra repleta de significado, símbolos ocultos y secretos.

Pero este es otro caso de Art Detective.

Atalanta e Hipómenes o de cómo los jóvenes amantes se tranformaron en leones.

En el anterior artículo dedicado a Cibeles dejamos para otro caso de Art Detective la historia de los leones que tiran del carro de la diosa.

Recordemos un poco: Cibeles es la diosa madre, la madre tierra, la diosa de la agricultura, la fecundidad, la abundancia y de todo cuanto esté vinculado con la tierra y la naturaleza. Está representada en una fuente de Paseo Del Prado, la cual es uno de los símbolos de la ciudad de Madrid más querido y más conocido. En la escultura, la diosa está sentada en un carro tirado por dos leones.

Pero ambos, antes de tener la eterna función de tirar de la diosa madre, eran dos bellísimos muchachos: una hermosa mujer y un apuesto chaval, llamados Atalanta e Hipómenes.

Atalanta era una doncella que habitaba en el bosque y a la que no le convencía para nada la idea de casarse, por lo que decidió consagrar su virginidad a la diosa Artemisa (Diana, en la mitología romana), la diosa de los bosques y la caza. Sin embargo, había muchos hombres que admiraban su belleza, lo cual le ponía los nervios de punta. Así que un día, declaró que no se casaría con nadie excepto con alguien que consiguiera ganarle en una carrera.

Esto en realidad, era algo casi imposible, debido a que Atlanta era una excelente atleta. El que ganara se casaría con ella; el que perdiera sería sacrificado y ofrecido a la diosa Artemisa.

Hipómenes, atrevido y enamorado –y bien es sabido que el amor ciega y hace posible lo imposible– se lanzó al desafío. Pero no lo hizo solo pidió (y obtuvo) el apoyo y ayuda de Afrodita, la diosa de la belleza y del amor, cuyo hijo, Cupido, es el dios absoluto que decide la suerte en el amor de todos los mortales y los dioses.

Como parte de la ayuda que la diosa aceptó ofrecer, Afrodita le entrega a Hipómenes tres manzanas de oro para que el joven, durante la carrera, distraiga a Atalanta, lanzando las joyas lo más lejos posible.

Hipómenes obedece a Afrodita. Durante la carrera, en las tres oportunidades que tiene para lograrlo, lanza las manzanas lo más lejos posible, así que Atalanta, distraída por el deslumbrante descubrimiento, se distrae y se retrasa hasta perder la carrera.

Pero el joven gana no solo la carrera sino también el corazón de Atalanta. Los dos se encontraban enamoradísimos emocional y carnalmente, y no perdían ninguna ocasión para hacer el amor. Sin embargo, hasta entonces Hipómenes se había olvidado de hacer algo… y es entonces cuando ambos jóvenes son castigados.

En la versión del libro de Ovidio, Metamorfosis, Afrodita los castiga por no haberle agradecido la ayuda y los transforma en leones.

Será Cibeles que, movida por la compasión, hará que se queden juntos tirando de su carro. Pero desafortunadamente, los dos amantes, eternamente juntos, no se pueden mirar. Cada uno está condenado a mirar del lado opuesto del ser amado, así que están juntos sin poderse ver nunca.

Pero Atalanta e Hipómenes, además de ser maravillosamente representados por Guido Reni en una de las obras más elegantes que se encuentran en el Museo del Prado, están en otros lugares de Madrid.

Casi a modo de obsesión, los madrileños los ven en todos los leones de los monumentos de la ciudad.

Los más conocidos y famosos son los leones del Congreso de los diputados de Madrid. Se dice que los dos leones que decoran la fachada principal del monumento, son los desafortunados amantes, debido a la posición de los felinos –uno mirando a la derecha y otro a la izquierda, como los dos amantes en el carro de Cibeles– y a que tienen sexo distinto. Uno de los dos no tiene atributos masculinos de reproducción.

Estos dos leones, que se encuentran al pie de la escalera del Congreso, tienen una historia tan controvertida como los dos mitológicos amantes enamorados.

En principio, ni siquiera tenían que ocupar la actual posición. Además de que se tuvieron que realizar tres veces hasta llegar a la versión que podemos admirar hoy.

El escultor Ponciano Ponzano y Gascón realizó la primera versión en yeso por falta de dinero, así que los pobres leones, en principio aclamadísimos por el pueblo madrileño, se deterioraron por la intemperie.

La segunda versión fue encargada a otro escultor, a José Bellver y Collazos, que realizó una versión en piedra que no gustó y que fue removida muy pronto. Sin embargo, se quitaron pero no destruyeron. Si queremos ver a estos dos leones, tenemos que ir a Valencia, a los jardines de Monforte.

Y el tercer intento y definitivo de esculpir estos dos leones se debe otra vez a Ponzano Ponciano.

Esta versión de los leones se puso en 1872, pero no por haber permanecido ahí se ha alejado de discusiones y fuertes debates, principalmente, porque las esculturas están hechas con los cañones de la guerra de África de 1860, y que el material provenga de la guerra, no es de buen agrado para muchos.

La inscripción del pedestal recita lo siguiente: Fundido con cañones tomados al enemigo en la guerra de África en 1860. Las esculturas se fundieron en Sevilla y los moldes se hallan en el edificio de Capitanía, en la Plaza de España de Sevilla.

Es por esta razón que los leones, de ser amantes, en la interpretación popular, pasaron a ser los grandes héroes del levantamiento del 2 de mayo de 1808: Daoiz y Velarde, ganándose el favor de todos los madrileños.

Sin embargo, ¿los dos leones tienen realmente sexo distinto? La historia es mucho más circunstancial. En realidad, en el último minuto, Ponzano se dio cuenta de que no tenía el material suficiente para realizar los testículos del león y al final este se quedó sin ellos, así que uno de los dos reluce viril y satisfecho y el otro, al parecer, tiene los testículos escondidos detrás de la cola.

Entonces, si no tienen sexo distinto, ¿son en realidad Atalanta e Hipómenes? Realmente, los leones de la fachada del Congreso no hacen alusión al mito griego de estos dos jóvenes enamorados, sino que representan una alegoría del poder político y temporal, por ello que presiden la fachada principal de las Cortes de España.

Hay otros leones, imponentes, en la escultura de Felipe IV de la Plaza de Oriente, que algunos se atreven a llamar Atalanta e Hipómenes. Sin embargo, no puede ser más falso, porque poco se parecen a la escultura original al estar recostados y porque –la razón más convincente– son cuatro, no dos. Dichos leones representan el poder del Rey Felipe IV, así como su posición a caballo.

Por cierto, la escultura que representa al rey Felipe tiene una increíble historia.

Pero este es otro caso de Art Detective.

Cibeles y su gemela: o de cómo el mito de la diosa cruza fronteras y esconde secretos

Cibeles es uno de los símbolos de la ciudad Madrid más querido y más conocido.

Para los que no lo sepan en la homónima plaza se halla la fuente monumental de Cibeles, proyecto de la Ilustración de la época del rey Carlos III, inaugurada en 1777 junto con el Salón del Prado.

Cibeles es la diosa madre, la madre tierra, la diosa de la agricultura, de la fecundidad, de la abundancia y todo cuanto esté vinculado con la tierra y la naturaleza.

Es un diosa de origen frigio – Frigia es una región que antiguamente formaba parte de Asia Menor y ocupaba la mayor parte de la península de Anatolia, en el territorio que actualmente corresponde a Turquía -.

Cibeles es esposa de Saturno – sí el mismo Saturno que más adelante “devorará” a sus hijos. En realidad sólo los guardó en sus fauces para que no se cumpliera el oráculo que preveía su decadencia a favor de sus hijos -.

Siendo la esposa de Saturno y madre de sus hijos es entonces la madre del más conocido de ellos: Júpiter. Como bien es sabido en la tradición romana el Olimpo griego se absorbe en el politeísmo del Imperio asumiendo otros nombre. En la tradición de la antigua Grecia Cibeles y Saturno son Rea y Cronos.

Cibeles está representada casi siempre de la misma manera. Sentada en un carro tirado por dos leones, porta vestimentas frigias y una corona con forma de muralla. Tiene en la mano las llaves que dan acceso a todas las riquezas de la tierra, y una cornucopia repleta de frutos de la tierra.

El complejo escultórico de Cibeles es diseñado por Ventura Rodríguez. En la ejecución de la obra están Francisco Gutiérrez, que realiza la figura de la diosa y el carro, Roberto Michel los leones y Miguel Ximénez, todos los adornos.

Para el caso de Art Detective nos desplazamos de continente.

¿Sabéis que Cibeles tiene una gemela en México?

Para los que me conozcan es nota mi pasión y mi profundo amor a México. Ese interés qué remonta en años y años de estudios y curiosidades me ha llevado a viajar y vivir en México en diferentes ocasiones.

Si vais a Ciudad de México, paseando por la colonia Roma, entre avenida Oaxaca, Medellín y Durango, os encontráis con una gemela de la Cibeles madrileña. La copia mexicana está hecha en bronce y es igual de bellísima e imponente que su hermana. Y de hermandad se trata porque las dos fuentes representan la hermandad de los pueblos mexicanos y españoles, la unión y el agradecimiento que España le brinda a México por la época del exilio debido a Guerra Civil española. Muchas familia se mudaron y asentaron en México y de hecho la fuente se realizó gracias a los donativos de los residentes españoles de México.

Fue inaugurada el 5 de septiembre de 1980 por el presidente José López Portillo y el alcalde de Madrid Enrique Tierno Galván, realizada con un molde de la original, molde aprovechado después de una remodelación hecha para la fuente de Madrid.

Y no termino con eso en los misterios y secretos de “las Cibeles”.

¿Os habéis fijado alguna vez en todos los demás elementos que componen la fuente?

Detrás del carro se pueden apreciar dos niños semidesnudos, o amorcillos, uno arrodillado arrojando agua desde un ánfora, el otro de pie sosteniendo en sus manos una caracola, con los brazos levantados hacia su compañero.

Otro elemento que siempre me llamó la atención se encuentra justo delante de la diosa. Un rostro masculino que mira hacia arriba, con un chorro en la boca que arroja agua – del resto en una fuente difícil imaginar que haga otra cosa más que arrojar agua y el chorro seguro no lo pondrían en mano de Cibeles, de allí esta idea genial que nos narra más sobre la historia de la diosa – .

Esa parte de la escultura representaría a Atis.

En la mitología griega, siempre hay unos cuantos enredos, historias que dejan muy por detrás al posterior Lope que por historias complicadas no tenía igual.

Pero en la antigua Grecia la tradición mitológica da pie a centenares de historia fascinantes que casi siempre terminan en tragedia y con la transformación física – metamorfosis – de los personajes que las protagonizan.

Es este uno de los ejemplos de metamorfosis.

Atis es el nieto de Cibeles pero ella desconoce tener un nieto y por circunstancias siempre fortuitas se enamora de él. Atis a su vez está enamorado de otra. Al no ser correspondida la diosa se enfurece e idea un plan para que Atis se vuelva loco y no sea de ninguna otra mujer. Atis para evitar este triste destino huye a las montañas, donde se castra y desangra hasta morir. Cibeles, arrepentida, le resuscita  transformándole en pino. Así, Atis se convierte en el dios de la vegetación.

El carro de Cibeles tiene una piñas de ornamento que son los elementos vegetales de Atis/pino.

Y en último.

En el pasado en sus adornos también se numeraban un oso y un grifón, ambos con la función básica de arrojar agua.

Actualmente no están juntos a la diosa en la plaza de Cibeles. Han sido removidos pero existen. Si vamos al museo de los orígenes de Madrid los podemos admirar en el interior del magnífico patio renacentista de la casa que antaño fue la residencia de los Vargas.

¿Y los leones que tiran del carro?

Ellos también tienen una fascinante historia.

Pero éste es otro caso de Art Detective.