Felipe IV y Velázquez o de cómo reunir a varios genios crea obras universales

En el anterior capítulo de Art Detective hablamos de leones y metamorfosis de unos desafortunados enamorados.

Por Madrid se pueden encontrar muchos monumentos con historia y encanto pero hay uno en especial que destaca por su notable belleza y por su absoluta maestría en la composición.

Si paseamos por la Plaza de Oriente de Madrid, quedaremos enamorados por una escultura en bronce maravillosa, la del rey Felipe IV de España a caballo.

La obra es la primera en el mundo que se realizó con la posición del caballo en corbeta, es decir, con la patas delanteras levantadas. Es una obra de gran ingenio que reúne a varios artistas para su realización.

El rey Felipe IV quería una escultura que representara a su persona en todo su esplendor. Quería que la escultura superara en belleza y majestuosidad a la escultura de su padre, Felipe III, que hoy se puede apreciar en la Plaza Mayor de Madrid.

Por eso su elección se inclinó hacia el escultor Pietro Tacca, que participó en la escultura de su padre, junto con su maestro el escultor Giambologna.

La obra se inspiró en el lienzo “Felipe IV, a caballo” de Diego de Velázquez, que hoy se conserva en el Museo del Prado. En esta apreciamos la figura estoica y serena del rey, a caballo, de perfil, elegante, sosteniendo con firmeza las riendas del caballo en corbeta, lo que hace pensar que era la misma firmeza con la que administraba su reino.

La posición del caballo simboliza el poder del rey, y no tiene nada que ver con la iconografía clásica vinculada a la muerte y gloria en batalla del condotiero, que también era representada a caballo, pero con otro significado – si las patas del caballo estaban levantadas en corbeta significa muerte en batalla y por ende gran honor; si el caballo tenía solo una pata levantada significaba muerte por heridas en batalla; si las patas estaban plantadas en el suelo significa muerte natural – .

Tacca recibió el encargo en Italia. Velázquez no iba a enviar su magistral obra –el lienzo que hoy se halla en el Prado– a Italia. Se realizó otro para la empresa, a modo de boceto, que hoy se encuentra en Palazzo Pitti en Florencia.

Es importante recordar que Tacca realizó la obra desde Italia –como solía suceder en la época con varias obras de arte– lo que, por supuesto, implicó, además de la participación de otros artistas, cierto grado de complejidad.

Velázquez y Tacca son, sin duda, los principales artistas responsables de esta obra pero hay más.

El primer artista que mencionaré es el escultor de corte de Felipe IV, Juan Martínez Montañés, el cual realizó la cabeza del rey como modelo para la obra de Tacca. Existe de hecho una pintura del propio Velázquez en el que Montañés esculpe la cabeza y el busto del rey Felipe IV. La obra se llama “Juan Martínez Montañé” que demuestra entonces la colaboración del escultor andaluza en la escultura de Tacca.

Recordemos que antes no existía internet ni mucho menos los sistemas de transporte que hoy tenemos, así que era mucho más difícil comunicarse y viajar, por lo que no era sencillo enviar información como lo hacemos hoy. Por todo esto, con el boceto de Velázquez, Tacca podía hacer el cuerpo, pero para detallar el rostro del rey necesitaba algo más detallado. Montañes se encarga entonces de realizar el modelo para el rostro real.

Hemos llegado hasta aquí teniendo un crisol de artistas en acción para el deseo del rey Felipe.

Pero como imaginaréis me gusta ir más allá, y como detective del arte voy buscando más pruebas.

En la colección del Museo del Prado –no expuesta– se encuentra una cabeza en mármol con los rasgos del rey, la cual es atribuida a Pietro Tacca debido a su estilo. Sin embargo, no queda claro si es la misma realizada por Montañes que fue enviada a Tacca o si es una prueba que Tacca realizó antes de la versión final. Aún así, es muy probable que esa cabeza sea la que fue concebida para realizar la gran obra que hoy admiramos en la Plaza de Oriente.

Existe además una maqueta en miniatura en bronce dorado atribuida a Pietro Tacca – una vez más –  la cual es parte de la Colección del Museo del Prado, aunque no se encuentra expuesta. Podría ser modelo para nuestra obra. Sin embargo el rostro del rey con rasgos de juventud, el peinado y la ropa dejan pensar a la época en que Felipe es príncipe. La posición del caballo recuerda más la obra de Felipe III que la de su hijo.

Pietro Tacca està listo. imaginemos este momento solemne en que muestra por primera vez la escultura. Por desgracia, con todos los esfuerzos, modelos y maquetas, debido al peso del metal, la escultura no lograba mantenerse en pie. Y aquí entra nuestro golpe de escena. La participación indispensable y fundamental de un gran científico y estudioso italiano, ni más ni menos que Galileo Galilei.

Fue él quien dio la solución a Pietro Tacca para que la escultura se mantuviera de pie, solo sujetándose en las patas traseras. Un logro, que en la época parecía imposible, pudo ver la luz gracias a la maestría de Galileo.

El secreto estaba en encontrar el baricentro, un punto aritmético que se refiere al centro de gravedad de un cuerpo. La escultura se apoya en la lógica de la distribución del peso en las diferentes partes que la componen. Por detrás es más pesada y maciza; por delante vacía y ligera.

La obra es una danza de detalles a partir del crin del caballo, las venas del animal, la armadura, todo el atuendo del rey –la bufanda que se ve movida por el viento es maravillosa– y los rasgos de su rostro.

¿Por qué eligió Felipe IV la pintura de Velázquez como modelo? Porque es símbolo del triunfo del rey. Fue concebida para el Salón de Reinos del que fuera el Palacio del Buen Retiro de Madrid (1630-1640), en una época en la que se vivía el apogeo de las grandes victorias de España. En el Salón de Reinos se presentaba la descendencia familiar del rey Felipe IV, las grandes batallas y victorias de Espaòa (recordamos la Rendición de Breda de Velázquez entre todas) y los ancestros de la península representados por la figura de Hércules (Zurbarán se encarga de pintar “Los doce trabajos de Hércules”).

En este caso de Art Detective, tenemos mucha suerte, porque sin movernos de Madrid, sin rastrear las obras en el extranjero podemos ver una escultura y un lienzo. El cuadro como hemos dicho ya se encuentra en el Museo del Prado y la escultura en la Plaza de Oriente de Madrid. Pero el cuadro y la escultura no son exactamente iguales.

Entre el cuadro y la escultura hay solo una diferencia.

Os invitaría a buscarla pero me muero por decíroslo.

En la pintura el rey lleva un despampanante sombrero. En la escultura no.

¿Será porque al rey no le gustó su cara y a la hora de volver a hacer la cabeza, al escultor se le olvidó? ¿O será por el peso del sombrero en la escultura?

En Art Detective resuelvo misterios de paraderos y parecidos, pero no llego a saberlo todo.

Os diré además que la escultura protagonista de nuestro caso no siempre se encontró en el lugar actual.

Pietro Tacca la realizó en 1634 y fue enviada a Madrid en 1640. Era la decoración perfecta para el recién estrenado Palacio del Buen Retiro del rey Felipe IV en Madrid.

Fue colocada en la Plaza de Oriente en 1844 por voluntad de la reina Isabel II de España.

Se añadió a la ya espectacular escultura un precioso y monumental pedestal y una fuente, enriquecida con imágenes evocativas y alegóricas.

En el anterior artículo de Art Detective hablamos ya de los cuatro leones que decoran la escultura y parecen custodiar la tranquilidad del rey. Forman parte de la fuente así como las esculturas de dos  hombres que son la alegoría del río Manzanares y el río Jarama.

En el lado norte del pedestal se halla un bajorrelieve con una escena en la que el rey está rodeado por las artes y las letras.

En el lado sur del pedestal podemos ver la escena en la que el rey concede a Vélazquez el hábito de la orden de Santiago.

Con el mismo traje que porta en su obra Las Meninas.

Las Meninas es una obra repleta de significado, símbolos ocultos y secretos.

Pero este es otro caso de Art Detective.

Atalanta e Hipómenes o de cómo los jóvenes amantes se transformaron en leones

En el anterior artículo dedicado a Cibeles dejamos para otro caso de Art Detective la historia de los leones que tiran del carro de la diosa.

Recordemos un poco: Cibeles es la diosa madre, la madre tierra, la diosa de la agricultura, la fecundidad, la abundancia y de todo cuanto esté vinculado con la tierra y la naturaleza. Está representada en una fuente de Paseo Del Prado, la cual es uno de los símbolos de la ciudad de Madrid más querido y más conocido. En la escultura, la diosa está sentada en un carro tirado por dos leones.

Pero ambos, antes de tener la eterna función de tirar de la diosa madre, eran dos bellísimos muchachos: una hermosa mujer y un apuesto chaval, llamados Atalanta e Hipómenes.

Atalanta era una doncella que habitaba en el bosque y a la que no le convencía para nada la idea de casarse, por lo que decidió consagrar su virginidad a la diosa Artemisa (Diana, en la mitología romana), la diosa de los bosques y la caza. Sin embargo, había muchos hombres que admiraban su belleza, lo cual le ponía los nervios de punta. Así que un día, declaró que no se casaría con nadie excepto con alguien que consiguiera ganarle en una carrera.

Esto en realidad, era algo casi imposible, debido a que Atlanta era una excelente atleta. El que ganara se casaría con ella; el que perdiera sería sacrificado y ofrecido a la diosa Artemisa.

Hipómenes, atrevido y enamorado –y bien es sabido que el amor ciega y hace posible lo imposible– se lanzó al desafío. Pero no lo hizo solo pidió (y obtuvo) el apoyo y ayuda de Afrodita, la diosa de la belleza y del amor, cuyo hijo, Cupido, es el dios absoluto que decide la suerte en el amor de todos los mortales y los dioses.

Como parte de la ayuda que la diosa aceptó ofrecer, Afrodita le entrega a Hipómenes tres manzanas de oro para que el joven, durante la carrera, distraiga a Atalanta, lanzando las joyas lo más lejos posible.

Hipómenes obedece a Afrodita. Durante la carrera, en las tres oportunidades que tiene para lograrlo, lanza las manzanas lo más lejos posible, así que Atalanta, distraída por el deslumbrante descubrimiento, se distrae y se retrasa hasta perder la carrera.

Pero el joven gana no solo la carrera sino también el corazón de Atalanta. Los dos se encontraban enamoradísimos emocional y carnalmente, y no perdían ninguna ocasión para hacer el amor. Sin embargo, hasta entonces Hipómenes se había olvidado de hacer algo… y es entonces cuando ambos jóvenes son castigados.

En la versión del libro de Ovidio, Metamorfosis, Afrodita los castiga por no haberle agradecido la ayuda y los transforma en leones.

Será Cibeles que, movida por la compasión, hará que se queden juntos tirando de su carro. Pero desafortunadamente, los dos amantes, eternamente juntos, no se pueden mirar. Cada uno está condenado a mirar del lado opuesto del ser amado, así que están juntos sin poderse ver nunca.

Pero Atalanta e Hipómenes, además de ser maravillosamente representados por Guido Reni en una de las obras más elegantes que se encuentran en el Museo del Prado, están en otros lugares de Madrid.

Casi a modo de obsesión, los madrileños los ven en todos los leones de los monumentos de la ciudad.

Los más conocidos y famosos son los leones del Congreso de los diputados de Madrid. Se dice que los dos leones que decoran la fachada principal del monumento, son los desafortunados amantes, debido a la posición de los felinos –uno mirando a la derecha y otro a la izquierda, como los dos amantes en el carro de Cibeles– y a que tienen sexo distinto. Uno de los dos no tiene atributos masculinos de reproducción.

Estos dos leones, que se encuentran al pie de la escalera del Congreso, tienen una historia tan controvertida como los dos mitológicos amantes enamorados.

En principio, ni siquiera tenían que ocupar la actual posición. Además de que se tuvieron que realizar tres veces hasta llegar a la versión que podemos admirar hoy.

El escultor Ponciano Ponzano y Gascón realizó la primera versión en yeso por falta de dinero, así que los pobres leones, en principio aclamadísimos por el pueblo madrileño, se deterioraron por la intemperie.

La segunda versión fue encargada a otro escultor, a José Bellver y Collazos, que realizó una versión en piedra que no gustó y que fue removida muy pronto. Sin embargo, se quitaron pero no destruyeron. Si queremos ver a estos dos leones, tenemos que ir a Valencia, a los jardines de Monforte.

Y el tercer intento y definitivo de esculpir estos dos leones se debe otra vez a Ponzano Ponciano.

Esta versión de los leones se puso en 1872, pero no por haber permanecido ahí se ha alejado de discusiones y fuertes debates, principalmente, porque las esculturas están hechas con los cañones de la guerra de África de 1860, y que el material provenga de la guerra, no es de buen agrado para muchos.

La inscripción del pedestal recita lo siguiente: Fundido con cañones tomados al enemigo en la guerra de África en 1860. Las esculturas se fundieron en Sevilla y los moldes se hallan en el edificio de Capitanía, en la Plaza de España de Sevilla.

Es por esta razón que los leones, de ser amantes, en la interpretación popular, pasaron a ser los grandes héroes del levantamiento del 2 de mayo de 1808: Daoiz y Velarde, ganándose el favor de todos los madrileños.

Sin embargo, ¿los dos leones tienen realmente sexo distinto? La historia es mucho más circunstancial. En realidad, en el último minuto, Ponzano se dio cuenta de que no tenía el material suficiente para realizar los testículos del león y al final este se quedó sin ellos, así que uno de los dos reluce viril y satisfecho y el otro, al parecer, tiene los testículos escondidos detrás de la cola.

Entonces, si no tienen sexo distinto, ¿son en realidad Atalanta e Hipómenes? Realmente, los leones de la fachada del Congreso no hacen alusión al mito griego de estos dos jóvenes enamorados, sino que representan una alegoría del poder político y temporal, por ello que presiden la fachada principal de las Cortes de España.

Hay otros leones, imponentes, en la escultura de Felipe IV de la Plaza de Oriente, que algunos se atreven a llamar Atalanta e Hipómenes. Sin embargo, no puede ser más falso, porque poco se parecen a la escultura original al estar recostados y porque –la razón más convincente– son cuatro, no dos. Dichos leones representan el poder del Rey Felipe IV, así como su posición a caballo.

Por cierto, la escultura que representa al rey Felipe tiene una increíble historia.

Pero este es otro caso de Art Detective.

Cibeles y su gemela: o de cómo el mito de la diosa cruza fronteras y esconde secretos

Cibeles es uno de los símbolos de la ciudad Madrid más querido y más conocido.

Para los que no lo sepan en la homónima plaza se halla la fuente monumental de Cibeles, proyecto de la Ilustración de la época del rey Carlos III, inaugurada en 1777 junto con el Salón del Prado.

Cibeles es la diosa madre, la madre tierra, la diosa de la agricultura, de la fecundidad, de la abundancia y todo cuanto esté vinculado con la tierra y la naturaleza.

Es un diosa de origen frigio – Frigia es una región que antiguamente formaba parte de Asia Menor y ocupaba la mayor parte de la península de Anatolia, en el territorio que actualmente corresponde a Turquía -.

Cibeles es esposa de Saturno – sí el mismo Saturno que más adelante “devorará” a sus hijos. En realidad sólo los guardó en sus fauces para que no se cumpliera el oráculo que preveía su decadencia a favor de sus hijos -.

Siendo la esposa de Saturno y madre de sus hijos es entonces la madre del más conocido de ellos: Júpiter. Como bien es sabido en la tradición romana el Olimpo griego se absorbe en el politeísmo del Imperio asumiendo otros nombre. En la tradición de la antigua Grecia Cibeles y Saturno son Rea y Cronos.

Cibeles está representada casi siempre de la misma manera. Sentada en un carro tirado por dos leones, porta vestimentas frigias y una corona con forma de muralla. Tiene en la mano las llaves que dan acceso a todas las riquezas de la tierra, y una cornucopia repleta de frutos de la tierra.

El complejo escultórico de Cibeles es diseñado por Ventura Rodríguez. En la ejecución de la obra están Francisco Gutiérrez, que realiza la figura de la diosa y el carro, Roberto Michel los leones y Miguel Ximénez, todos los adornos.

Para el caso de Art Detective nos desplazamos de continente.

¿Sabéis que Cibeles tiene una gemela en México?

Para los que me conozcan es nota mi pasión y mi profundo amor a México. Ese interés qué remonta en años y años de estudios y curiosidades me ha llevado a viajar y vivir en México en diferentes ocasiones.

Si vais a Ciudad de México, paseando por la colonia Roma, entre avenida Oaxaca, Medellín y Durango, os encontráis con una gemela de la Cibeles madrileña. La copia mexicana está hecha en bronce y es igual de bellísima e imponente que su hermana. Y de hermandad se trata porque las dos fuentes representan la hermandad de los pueblos mexicanos y españoles, la unión y el agradecimiento que España le brinda a México por la época del exilio debido a Guerra Civil española. Muchas familia se mudaron y asentaron en México y de hecho la fuente se realizó gracias a los donativos de los residentes españoles de México.

Fue inaugurada el 5 de septiembre de 1980 por el presidente José López Portillo y el alcalde de Madrid Enrique Tierno Galván, realizada con un molde de la original, molde aprovechado después de una remodelación hecha para la fuente de Madrid.

Y no termino con eso en los misterios y secretos de “las Cibeles”.

¿Os habéis fijado alguna vez en todos los demás elementos que componen la fuente?

Detrás del carro se pueden apreciar dos niños semidesnudos, o amorcillos, uno arrodillado arrojando agua desde un ánfora, el otro de pie sosteniendo en sus manos una caracola, con los brazos levantados hacia su compañero.

Otro elemento que siempre me llamó la atención se encuentra justo delante de la diosa. Un rostro masculino que mira hacia arriba, con un chorro en la boca que arroja agua – del resto en una fuente difícil imaginar que haga otra cosa más que arrojar agua y el chorro seguro no lo pondrían en mano de Cibeles, de allí esta idea genial que nos narra más sobre la historia de la diosa – .

Esa parte de la escultura representaría a Atis.

En la mitología griega, siempre hay unos cuantos enredos, historias que dejan muy por detrás al posterior Lope que por historias complicadas no tenía igual.

Pero en la antigua Grecia la tradición mitológica da pie a centenares de historia fascinantes que casi siempre terminan en tragedia y con la transformación física – metamorfosis – de los personajes que las protagonizan.

Es este uno de los ejemplos de metamorfosis.

Atis es el nieto de Cibeles pero ella desconoce tener un nieto y por circunstancias siempre fortuitas se enamora de él. Atis a su vez está enamorado de otra. Al no ser correspondida la diosa se enfurece e idea un plan para que Atis se vuelva loco y no sea de ninguna otra mujer. Atis para evitar este triste destino huye a las montañas, donde se castra y desangra hasta morir. Cibeles, arrepentida, le resuscita  transformándole en pino. Así, Atis se convierte en el dios de la vegetación.

El carro de Cibeles tiene una piñas de ornamento que son los elementos vegetales de Atis/pino.

Y en último.

En el pasado en sus adornos también se numeraban un oso y un grifón, ambos con la función básica de arrojar agua.

Actualmente no están juntos a la diosa en la plaza de Cibeles. Han sido removidos pero existen. Si vamos al museo de los orígenes de Madrid los podemos admirar en el interior del magnífico patio renacentista de la casa que antaño fue la residencia de los Vargas.

¿Y los leones que tiran del carro?

Ellos también tienen una fascinante historia.

Pero éste es otro caso de Art Detective.