Atalanta e Hipómenes o de cómo los jóvenes amantes se transformaron en leones
En el anterior artículo dedicado a Cibeles dejamos para otro caso de Art Detective la historia de los leones que tiran del carro de la diosa.
Recordemos un poco: Cibeles es la diosa madre, la madre tierra, la diosa de la agricultura, la fecundidad, la abundancia y de todo cuanto esté vinculado con la tierra y la naturaleza. Está representada en una fuente de Paseo Del Prado, la cual es uno de los símbolos de la ciudad de Madrid más querido y más conocido. En la escultura, la diosa está sentada en un carro tirado por dos leones.
Pero ambos, antes de tener la eterna función de tirar de la diosa madre, eran dos bellísimos muchachos: una hermosa mujer y un apuesto chaval, llamados Atalanta e Hipómenes.
Atalanta era una doncella que habitaba en el bosque y a la que no le convencía para nada la idea de casarse, por lo que decidió consagrar su virginidad a la diosa Artemisa (Diana, en la mitología romana), la diosa de los bosques y la caza. Sin embargo, había muchos hombres que admiraban su belleza, lo cual le ponía los nervios de punta. Así que un día, declaró que no se casaría con nadie excepto con alguien que consiguiera ganarle en una carrera.
Esto en realidad, era algo casi imposible, debido a que Atlanta era una excelente atleta. El que ganara se casaría con ella; el que perdiera sería sacrificado y ofrecido a la diosa Artemisa.
Hipómenes, atrevido y enamorado –y bien es sabido que el amor ciega y hace posible lo imposible– se lanzó al desafío. Pero no lo hizo solo pidió (y obtuvo) el apoyo y ayuda de Afrodita, la diosa de la belleza y del amor, cuyo hijo, Cupido, es el dios absoluto que decide la suerte en el amor de todos los mortales y los dioses.
Como parte de la ayuda que la diosa aceptó ofrecer, Afrodita le entrega a Hipómenes tres manzanas de oro para que el joven, durante la carrera, distraiga a Atalanta, lanzando las joyas lo más lejos posible.
Hipómenes obedece a Afrodita. Durante la carrera, en las tres oportunidades que tiene para lograrlo, lanza las manzanas lo más lejos posible, así que Atalanta, distraída por el deslumbrante descubrimiento, se distrae y se retrasa hasta perder la carrera.
Pero el joven gana no solo la carrera sino también el corazón de Atalanta. Los dos se encontraban enamoradísimos emocional y carnalmente, y no perdían ninguna ocasión para hacer el amor. Sin embargo, hasta entonces Hipómenes se había olvidado de hacer algo… y es entonces cuando ambos jóvenes son castigados.
En la versión del libro de Ovidio, Metamorfosis, Afrodita los castiga por no haberle agradecido la ayuda y los transforma en leones.
Será Cibeles que, movida por la compasión, hará que se queden juntos tirando de su carro. Pero desafortunadamente, los dos amantes, eternamente juntos, no se pueden mirar. Cada uno está condenado a mirar del lado opuesto del ser amado, así que están juntos sin poderse ver nunca.
Pero Atalanta e Hipómenes, además de ser maravillosamente representados por Guido Reni en una de las obras más elegantes que se encuentran en el Museo del Prado, están en otros lugares de Madrid.
Casi a modo de obsesión, los madrileños los ven en todos los leones de los monumentos de la ciudad.
Los más conocidos y famosos son los leones del Congreso de los diputados de Madrid. Se dice que los dos leones que decoran la fachada principal del monumento, son los desafortunados amantes, debido a la posición de los felinos –uno mirando a la derecha y otro a la izquierda, como los dos amantes en el carro de Cibeles– y a que tienen sexo distinto. Uno de los dos no tiene atributos masculinos de reproducción.
Estos dos leones, que se encuentran al pie de la escalera del Congreso, tienen una historia tan controvertida como los dos mitológicos amantes enamorados.
En principio, ni siquiera tenían que ocupar la actual posición. Además de que se tuvieron que realizar tres veces hasta llegar a la versión que podemos admirar hoy.
El escultor Ponciano Ponzano y Gascón realizó la primera versión en yeso por falta de dinero, así que los pobres leones, en principio aclamadísimos por el pueblo madrileño, se deterioraron por la intemperie.
La segunda versión fue encargada a otro escultor, a José Bellver y Collazos, que realizó una versión en piedra que no gustó y que fue removida muy pronto. Sin embargo, se quitaron pero no destruyeron. Si queremos ver a estos dos leones, tenemos que ir a Valencia, a los jardines de Monforte.
Y el tercer intento y definitivo de esculpir estos dos leones se debe otra vez a Ponzano Ponciano.
Esta versión de los leones se puso en 1872, pero no por haber permanecido ahí se ha alejado de discusiones y fuertes debates, principalmente, porque las esculturas están hechas con los cañones de la guerra de África de 1860, y que el material provenga de la guerra, no es de buen agrado para muchos.
La inscripción del pedestal recita lo siguiente: Fundido con cañones tomados al enemigo en la guerra de África en 1860. Las esculturas se fundieron en Sevilla y los moldes se hallan en el edificio de Capitanía, en la Plaza de España de Sevilla.
Es por esta razón que los leones, de ser amantes, en la interpretación popular, pasaron a ser los grandes héroes del levantamiento del 2 de mayo de 1808: Daoiz y Velarde, ganándose el favor de todos los madrileños.
Sin embargo, ¿los dos leones tienen realmente sexo distinto? La historia es mucho más circunstancial. En realidad, en el último minuto, Ponzano se dio cuenta de que no tenía el material suficiente para realizar los testículos del león y al final este se quedó sin ellos, así que uno de los dos reluce viril y satisfecho y el otro, al parecer, tiene los testículos escondidos detrás de la cola.
Entonces, si no tienen sexo distinto, ¿son en realidad Atalanta e Hipómenes? Realmente, los leones de la fachada del Congreso no hacen alusión al mito griego de estos dos jóvenes enamorados, sino que representan una alegoría del poder político y temporal, por ello que presiden la fachada principal de las Cortes de España.
Hay otros leones, imponentes, en la escultura de Felipe IV de la Plaza de Oriente, que algunos se atreven a llamar Atalanta e Hipómenes. Sin embargo, no puede ser más falso, porque poco se parecen a la escultura original al estar recostados y porque –la razón más convincente– son cuatro, no dos. Dichos leones representan el poder del Rey Felipe IV, así como su posición a caballo.
Por cierto, la escultura que representa al rey Felipe tiene una increíble historia.
Pero este es otro caso de Art Detective.