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La diosa Diana o cómo su crueldad no tiene ojos ni para el amor

En el anterior caso de Art Detective hablamos del destino de Andrómeda, de Perseo y de Medusa.

La historia de Perseo y Andrómeda resulta ser una historia de amor con final feliz, pero la de Medusa no.

Hemos visto que a lo largo de la tradición mitológica es muy difícil encontrar un destino dichoso. Al contrario, nos encontramos a menudo con una crueldad sin igual.

El caso de hoy tiene como protagonista a la diosa Diana, y no se salva del carácter despiadado que caracteriza a los mitos latinos.  

La diosa Diana es la diosa romana asociada con la caza y la naturaleza; Artemisa en la tradición griega.

Se suele representar como una joven cazadora con arco y flechas, acompañada por animales de caza como los ciervos y los perros. 

Según la leyenda, Diana nació de la unión de Júpiter (Zeus en la mitología griega) y Latona (Leto en la mitología griega).

La historia cuenta que Latona quedó embarazada de los gemelos Diana y Apolo. Sin embargo, Juno (Hera en la mitología griega), la esposa de Júpiter, estaba celosa y enojada por esta situación. Para evitar que Latona encontrara un lugar donde dar a luz, Juno maldijo a Latona, prohibiendo a la Tierra darle refugio.

Latona vagó por todo el planeta, buscando un lugar seguro para dar a luz a sus hijos, pero todos los lugares la rechazaron debido a la maldición de Juno. 

Finalmente, llegó a la isla de Delos, que era una isla flotante, y fue allí donde pudo dar a luz a Diana y Apolo. Como agradecimiento por haberle brindado refugio, Diana adoptó a Delos como su lugar sagrado. 

En algunas versiones del mito, Diana nació antes para ayudar a su madre a dar a luz a su hermano Apolo. Sería por eso también protectora de los partos. 

Diana es conocida también por ser la protectora de los animales salvajes y por guiar a los cazadores. 

En el vasto universo de historias, mitos y anécdotas acerca de la diosa Diana, en Art Detective nos sumergiremos hoy en la fascinante conexión entre Diana y Calisto.

En la obra «Metamorfosis» de Ovidio Nason,

Calisto destaca como la protegida preferida de la diosa, una doncella de excepcional belleza entre las ninfas que componen el séquito de la cazadora. La trama se complica cuando Calisto es seducida por Júpiter en lo profundo de un frondoso bosque, donde nadie ha osado penetrar. 

Júpiter, disfrazado como Diana, revela su verdadera identidad durante el acto, dejando a Calisto indefensa. 

A pesar de los intentos de esta última por resistir, ninguna fuerza mortal puede oponerse a la voluntad del dios. Como consecuencia, Calisto queda embarazada, una impureza que Diana, la diosa virgen que exige castidad a sus seguidoras, no tolerará. 

Al descubrir el embarazo, Diana impone su castigo: la transforma en una osa destinada a ser cazada por su propio hijo, Arcade.

La narrativa nos lleva por los tormentosos días de Calisto, quien, temerosa de los cazadores y acompañada por el aullido de los perros, deambula por los campos, evitando descansar en la espesura y enfrentando los peligros de las rocas. 

“Ay, cuántas veces, no osando descansar en la sola espesura, delante de su casa y, otro tiempo suyos, vagó por los campos. Ay, cuántas veces por las rocas los ladridos de los perros la llevaron, y la cazadora, por el miedo de los cazadores aterrada, huyó”, así cuenta la Metamorfosis el fatal destino de Calisto.

Su triste destino parece inminente, hasta que Júpiter decide intervenir en el día en que sería cazada por su propio hijo. Transforma a Calisto y a Arcade en las constelaciones de la Osa Mayor y la Osa Menor, respectivamente, uniéndolos para siempre en el firmamento estrellado.

Esta cautivadora historia, plasmada por el maestro Tiziano en su obra «Diana y Calisto», forma parte de la serie «Poesías», encargada por Felipe II. Si queréis saber sobre las “Poesías” pinchad aqui.

Pintado en Venecia entre 1556 y 1559, el cuadro ofrece una representación visual única de este mito trágico. 

En esta obra, contemplamos la imponente figura de la diosa Diana en el lado derecho, sentada con solemnidad como si ocupara un trono. Se encuentra rodeada por su séquito y acompañada de sus atributos característicos: arcos, flechas y perros de caza. 

Diana se alza en la escena como un emperador romano impartiendo un castigo, imperturbable y sorda a las razones de Calisto. Sus celos y austeridad la conducen a actuar con crueldad y falta de piedad. 

Mientras tanto, en el lado izquierdo, Calisto yace, esforzándose al máximo por evitar ser descubierta. Las ninfas la destapan, sin preocuparse por las posibles consecuencias. Se presenta así una escena trágica impregnada de un dramatismo escénico intenso y vibrante.

En 1628, durante su segundo viaje a Madrid, Rubens inicia la monumental tarea de copiar las obras del gran maestro. Ya he explorado en diversos casos de Art Detective las reproducciones de Rubens, y no podía dejar de mencionar su versión de «Diana y Calisto».

Esta interpretación, datada en 1635, fue creada específicamente para la Torre de Parada, el pabellón de caza del rey Felipe IV de España.

La interpretación de Rubens difiere significativamente de la obra de Tiziano. Las figuras ocupan espacios espectaculares, con Diana a la izquierda y Calisto a la derecha. La compasión y sorpresa de Diana ante el embarazo de su protegida son evidentes, mientras que Calisto está dolida y avergonzada, tratando de ocultarse con su vestido para evitar la mirada de Diana. Es como si su funesto destino pudiera evitarse. Rubens nos presenta una Diana piadosa y amorosa en esta versión.

Un dato curioso: la representación de Calisto por Rubens refleja el peinado y los rasgos de su segunda esposa, Hellen. Esto no sorprende, ya que en los últimos diez años Rubens se inspiraría en ella en diversas ocasiones.

La pintura de Rubens se encuentra en el Museo del Prado de Madrid, mientras que la obra de Tiziano está resguardada en la National Gallery de Londres. Como es de imaginarse, he documentado todo el periplo del cuadro de Tiziano. Empecemos. 

Como mencioné anteriormente, las “Poesías” de Tiziano estuvieron juntas en España hasta 1704. «Diana y Calisto» fue ofrecida al embajador francés por Felipe V, el primer rey de la familia Borbón en el trono de España. Luego, fue adquirida por el regente de Francia, Felipe II de Orleans, quien formó una destacada colección de pinturas. 

Durante la Revolución Francesa, la colección fue vendida y, finalmente, comprada por el tercer duque de Bridgewater en 1793. La colección se mantuvo en Bridgewater House en Westminster, y luego se trasladó a Escocia en 1939 debido a la Segunda Guerra Mundial. 

Desde 1945, ha estado en exhibición en la National Gallery of Scotland en Edimburgo. En 2008, el séptimo duque de Sutherland expresó su intención de vender parte de la colección, generando un debate público. La obra fue comprada por 45 millones de libras, conjuntamente por la National Gallery de Londres y la National Gallery of Scotland de Edimburgo, en marzo de 2012. Existe, de hecho, un acuerdo para que los museos puedan alternarse en exponerla.

Dentro de las “Poesías” de Tiziano también se encuentra la obra «Diana y Acteón», que, al igual que «Diana y Calisto», se conserva en la National Gallery de Londres.

La composición guarda notables similitudes con la anterior. Diana se encuentra a la derecha, identificable por la media luna que adorna su cabeza. En este caso, es la diosa quien busca refugio de la mirada indiscreta de Acteón, un cazador que se ha topado accidentalmente en el mismo lugar donde Diana y sus ninfas han elegido reposar para su baño. 

Al reconocer a la diosa, Acteón se detiene, cautivado y atrapado por su deslumbrante belleza. Las ninfas intentan resguardar a su divinidad, cubriéndola de la mirada furtiva del cazador. Acteón, sin clemencia por parte de la diosa, es castigado y transformado en ciervo, solo para ser posteriormente atacado y devorado por sus propios perros, en un paralelo inmisericorde con la historia de Calisto.

Diana se presenta como una figura dura e intransigente en esta narrativa visual. La obra se exhibe en la National Gallery de Londres, ocupando la pared contigua a «Diana y Calisto».

En la misma sala, se encuentra otra obra magistral de Tiziano que representa el destino de Acteón y su metamorfosis en ciervo. Ambas pinturas entablan un diálogo, ofreciendo una narrativa discursiva y coherente que enriquece la experiencia del espectador.

Nos encontramos frente al destino de Acteón, ya transformado en ciervo, con sus perros que le persiguen para devorar sus carnes. En primer plano, la diosa Diana con su arco, lista a participar de la caza y castigar definitivamente el atrevimiento de Acteón.  

Es posible que este cuadro formara parte de las “Poesías”, debido a que Tiziano, en un carta para el rey Felipe II de 1559, hace referencia a “El rapto de Europa” (que ya vimos en otro caso de Art Detective) y a “La muerte de Acteón”. Posteriormente este cuadro no llegó a España. Se encontró después de la muerte del pintor, en su taller de Venecia.

La diosa Diana no es la única que inflige castigos, y respecto a esto, os quiero contar la historia de las Furias.

Pero este es otro caso de Art Detective.

Andrómeda o de cómo el amor rompe fronteras

En los anteriores casos de Art Detective hablamos de tragedias de amor, pero dejamos algo de esperanza para los artículos venideros.

En los mitos griegos, y luego romanos, la mayoría de las veces asistimos a escenas de violentas venganzas, y casi siempre las historias no tienen un happy ending, sino al contrario, terminan en brutales, radicales y a veces espantosas metamorfosis, muertes o castigos. Los dioses suelen enfurecerse entre ellos o con los mortales que no respetan sus leyes y sus límites, dando pie a innumerables mitos.

Pero el caso de hoy de Art Detective contará una historia distinta, que involucra diferentes personajes. Hablaré sobre el destino de la joven Andrómeda y de las aventuras de Perseo.

El mito de Andrómeda es una historia fascinante de la mitología griega que incluye a héroes, monstruos y rescates heroicos. Vamos a ello.

Andrómeda era una princesa etíope, hija de los reyes Cefeo y Casiopea, y su historia cuenta cómo, debido a la arrogancia de su madre, termina atrapada en lo que parecería una penitencia sin salida. 

Casiopea había presumido de su propia belleza, comparándola con la de las Nereidas, las ninfas marinas, lo que hizo enfurecer a estas criaturas. Como castigo, el dios del mar, Poseidón, envió a un monstruo marino llamado Ceto para aterrorizar el reino de Etiopía.

Para aplacar la ira de Poseidón y salvar a su reino, Cefeo y Casiopea consultaron al oráculo, que les aconsejó sacrificar a Andrómeda como ofrenda al monstruo marino. Así, Andrómeda fue encadenada a una roca en la costa, esperando ser devorada por Ceto.

Sin embargo, el héroe Perseo entró en escena. 

Anteriormente, Perseo había derrotado a la Gorgona Medusa, con la ayuda de Hermes y Atenea (una historia que os contaré más adelante). Hermes o Mercurio es el hijo y mensajero de Zeus, el dios del yelmo y de las sandalias aladas que se mueve por todos lados y que representa de manera simbólica la comunicación y el comercio. 

Atenea o Minerva, por su parte, es la sabia diosa de la justicia y de la sabiduría, la cual ha sido ya protagonista de uno de nuestros casos de Art Detective, ¿os acordáis de ella?  Es la diosa que arde en ira y la vierte sobre Aracne, una joven que osa desafiar a la diosa en el arte de tejer. Si queréis leer su historia, os invito a dar clic aquí

Pero volvamos al mito de Perseo y Andrómeda. Cuando este vio a Andrómeda en peligro, se enamoró de ella y decidió salvarla. El héroe enfrentó a Ceto y, usando la cabeza de Medusa –cuyos ojos volvían de piedra a quien osara mirarla– para petrificar al monstruo, lo mató y liberó a la bella joven.

La historia ha sido representada en numerosas obras de arte a lo largo de la historia y ha inspirado diversas adaptaciones literarias, teatrales y cinematográficas. Yo os hablaré sobre distintas representaciones pictóricas del mito de Perseo y Andrómeda.

Este momento épico de la liberación de Andrómeda es contemplado en la pintura del maestro Tiziano.

El cuadro de Tiziano data de entre 1554 y 1556 y en la actualidad se encuentra en la Colección Wallace de Londres, siendo parte integral del conjunto de las Poesías encargadas a este pintor veneciano por Felipe II.

En el lienzo apreciamos las andanzas heroicas de Perseo que, con una especie de contorsión física, mata al monstruo Ceto para liberar a Andrómeda. Ella se encuentra en primer plano, en total sensualidad e inocencia. Nos deja atónitos y esperanzados de que Perseo la salve de muerte segura y trágica, como sucedió.

Tiziano la muestra en primer plano, a la izquierda, con su piel cándida; en cadenas pero con una pose danzarina que destaca su belleza y armonía.

Al final, Perseo se casó con Andrómeda y la llevó de vuelta a su tierra natal, donde se convirtieron en reyes. La boda fue un evento grandioso.

Pero si el cuadro forma parte del encargo del rey español al pintor veneciano, ¿cómo es que llegó a Londres, donde hoy se conserva?

Si bien no hay pruebas ciertas de cómo llegó exactamente a la colección Wallace, el lienzo empezó su historia a partir del vínculo y de la relación entre Felipe II de España y Tiziano, el cual comenzó con el gran encargo de las Poesías.

Paradójicamente en España, solo quedan dos de las Poesías de Tiziano, que en total eran cinco. Ambas se conservan en el Museo del Prado de Madrid.

Una vez más, las huellas de los cuadros son mi especialidad como detective del arte, así que vamos a seguirlas. 

Después de ser pintado, el cuadro original realizado por Tiziano fue enviado a Gante, y luego a España, de donde desapareció antes de la muerte del rey Felipe II, en 1598.  

Es importante mencionar que Antonio Pérez, el secretario del rey, tuvo en su colección una copia –pero no el original del cuadro– la cual hoy en día podemos apreciar en el mismo Museo del Prado de Madrid.

Andrómeda y el dragón, realizada por un anónimo, con fecha entre 1580 y 1600.

Volviendo al original, al cuadro pintado por Tiziano para el rey, este aparece después en la colección de la familia de los escultores Leoni, en Italia, y hasta 1608 consta en el registro del inventario de esta familia italiana.

Posteriormente, entre 1621 y 1627, formó parte de la colección del pintor Van Dyck, que se lo pudo haber comprado a la familia Leoni, durante su estancia en Italia. Van Dyck lo llevó consigo a Amberes. En 1641, fecha de la muerte del pintor, se encontraba en el listado de sus bienes, en Londres. 

Después de ser vendido a otro propietario inglés, aparece en Francia alrededor de 1654 y allí se quedó hasta el siglo XVIII. Formó parte de la Colección D’Orleans hasta llegar a dispersarse, después de la Revolución francesa, y aparecer otra vez en Londres, donde se encuentra hasta el día de hoy. 

¡Vaya periplo!

Ahora, os voy a hablar de otra versión del cuadro realizada por el pintor veneciano Veronés.

La obra de Veronés data de entre 1575 y 1580, y destaca el mismo modelo que la pintura de Tiziano. La composición es como un espejo de la obra del maestro.

Andrómeda se halla en el lado derecho (la de Tiziano está en la parte izquierda) pero el resto de la composición evidencia, a la misma manera que Tiziano, el acto heroico de Perseo, que se lanza en contra del monstruo en esa pirueta acrobática que ya hemos destacado en Tiziano. 

El cuadro de Veronés se encuentra actualmente en el Musée des Beaux-Arts de Rennes.

La historia de Andrómeda será contada también por las pinceladas de Rubens, que realiza una versión del lienzo que hoy se conserva en el Museo del Prado.

 

La versión de Rubens se realizó entre 1639 y 1641, con la colaboración del pintor Jacques Jordaens. 

Tiziano, así como Veronés, se centró en la lucha entre Perseo y el monstruo, mientras Rubens nos enseña una escena más íntima entre el héroe y la doncella. Este se acerca a Andrómeda, mirándola dulcemente, para liberarla. Encima de ellos se puede ver la figura de Cupido, que representa el amor entre los dos. A los pies de los personajes, en el lado izquierdo, apreciamos el escudo de Perseo con la cabeza de Medusa, y a la derecha se pueden ver Pegaso y el monstruo marino.

El mito de Andrómeda destaca el papel de los héroes y la intervención de los dioses en las vidas de los mortales. También resalta la belleza y el castigo por la arrogancia, representado por Casiopea y por Poseidón, respectivamente.

Dicho todo esto, me gustaría hablar más a detalle sobre la historia de Perseo, y en el camino, os contaré cómo logró conseguir la cabeza de Medusa, con la que posteriormente mataría al monstruo que acechaba a su amada Andrómeda.

Hay que decir que no es la primera vez que hablamos de él. Ya ha aparecido en otro caso de Art Detective, en el artículo de Dánae.

Perseo es el hijo de Zeus y Dánae, ¿Os acordáis de ella? Voy a refrescaros un poco la memoria.

La historia de Perseo comienza con el rey llamado Acrisio, abuelo de Perseo. Acrisio había sido advertido por un oráculo de que su nieto lo mataría, por lo que encerró a su hija Dánae para evitar que tuviera hijos. Sin embargo, Zeus se enamoró de Dánae y se transformó en una lluvia dorada, ingresando a la torre y engendrando a Perseo. 

¡Seguro que ya os acordáis de la historia! Y si no clica aquí.

Cuando Acrisio descubrió la existencia de Perseo, temeroso de la profecía, colocó a Dánae y al bebé en un cofre y los arrojó al mar. La corriente los llevó a la isla de Serifos, donde fueron rescatados.

Polidectes, el rey de la isla, se enamoró de Dánae y quiso casarse con ella. Perseo, sin embargo, se opuso, por lo que el rey vio en él a un obstáculo.

Para deshacerse de Perseo, Polidectes ideó un plan: organizó un banquete y pidió a sus invitados que trajeran regalos, y le dijo a Perseo que el mejor regalo que podía traerle era la cabeza de Medusa, la Gorgona monstruosa cuya mirada convertía a las personas en piedra.

El rey Polidectes sabía que enfrentar a Medusa era una tarea casi imposible debido a su peligrosidad, así que lo envió prácticamente a una sentencia de muerte. Perseo, sin posesiones, aceptó el reto y prometió traerle un regalo valioso.

Es aquí donde la historia se vuelve aún más intrigante. Perseo decidió enfrentarse a la Gorgona Medusa, y para ello recibió la ayuda de los dioses Hermes y Atenea, que le proporcionaron herramientas mágicas, con las que consiguió su empresa. Hermes le dio las sandalias aladas, el casco de invisibilidad de Hades, una espada y un escudo con un espejo.

Después de muchas aventuras y desafíos, Perseo finalmente llegó al lugar donde vivía Medusa. Utilizando el escudo para ver su reflejo, sin mirarla a los ojos y evitando así su mirada directa y petrificadora, decapitó a Medusa, con la ayuda de Atenea que guiaba su mano. 

De su cuello decapitado surgió Pegaso, el famoso caballo alado. Perseo recogió la cabeza de Medusa y regresó a Serifos. La hermanas de Medusa intentaron perseguir a Perseo pero no lo consiguieron, debido a que el héroe se hizo invisible gracias al casco de Hades. 

Al regresar a la isla, Perseo descubrió que Polidectes había estado acosando a su madre. Enfurecido, utilizó la cabeza de Medusa para convertirlo a él y a sus seguidores en piedra. 

Después de esto, sus andanzas seguirán. Regresa a Argos y se reconcilia con su abuelo, Acrisio. Pero, desafortunadamente, la preferencia de muerte, predicha al nacer de Danae, se cumple. Perseo, si bien accidentalmente, matará a su abuelo.

La escultura de Perseo de Benvenuto Cellini que se encuentra en Florencia es absolutamente una de mis esculturas favoritas. La escultura es solemne, austera e imponente. Destaca la violencia y el atroz destino de Medusa, que yace decapitada bajo los pies de Perseo que, con una fiera mirada, mantiene su cabeza en la mano, mostrándola con orgullo. 

Medusa tiene una historia que, al puro estilo griego, acaba trágicamente. 

Fue originalmente una hermosa sacerdotisa del séquito de Atenea, la diosa de la sabiduría y la guerra, que vivía en el templo de la diosa. Sin embargo –la historia varía en algunos detalles– Medusa ofendió a Atenea al tener relaciones sexuales en su templo, profanando el lugar sagrado. En otra versión, Medusa se jactó de su belleza, por haberse comparado con Atenea, es castigada por la diosa, transformándola en una criatura horrenda con cabello de serpientes y una mirada petrificadora. 

Medusa y sus hermanas, Esteno y Euríale, se convirtieron en las Gorgonas, unas criaturas monstruosas que aterrorizaban a quienes se cruzaran en su camino, petrificando a cualquier persona que las mirara a los ojos.

Una de las imágenes más conocidas de Medusa es la pintura realizada sobre un escudo por Caravaggio.

 

 

La cabeza de Medusa es una obra de Caravaggio de 1597, conservada hoy en día en la Galleria degli Uffizzi de Florencia.

La furia, la rabia y la fuerza que se remarca en la imagen de la mujer, además de las cabezas degolladas –como la de Medusa– son rasgos típicos del pintor milanés, los cuales podemos observar en esta obra que refleja la crueldad de su destino. 

Cabe destacar que en una versión de la historia de Medusa, ella es poseída por el dios Neptuno en el templo de Minerva, que la transforma en monstruo para castigarla. 

Hay que decir que es una profunda injusticia y que su destino fue absolutamente inmerecido y fruto de la arrogancia y despotismo de la diosa Minerva, pero no es la única vez que asistiremos a este tipo de destino infame.

La historia de la ninfa Calisto y de su trágico destino tiene cierto parecido con la historia de Medusa.

Pero este es otro caso de Art Detective.